Si alguna vez te has preguntado qué podría salir mal al planear la Primera Comunión de tu hijo en un pequeño pueblo español, ¡prepárate para reír, llorar y sentirte afortunado de no haber estado en mis zapatos!
Mi marido y yo siempre soñamos con celebrar la Primera Comunión de nuestro hijo en Hinojal, Cáceres, el pintoresco pueblo donde creció mi suegro y donde nuestro hijo pasa los veranos. ¡Qué mejor lugar para un día tan especial! Rodeado de amigos, primos y esa magia rural que solo los abuelos pueden ofrecer. Claro, había un pequeño detalle: mis suegros viven en Barcelona, nosotros en Houston, y Hinojal es... bueno, digamos que está en medio de la nada. Pero, ¿qué podía salir mal? ¡Spoiler: todo!
Las Aventuras Comienzan: A Contrarreloj
Empezamos bien, todo se veía perfecto. Un mes antes del gran día, mis suegros visitaron al párroco de Hinojal. Las comuniones en España son en Mayo, pero con suerte y un poco de magia rural, el párroco aceptó celebrar la misa en Agosto. ¡Estábamos en marcha! Incluso encontramos a una señora del pueblo cercano dispuesta a preparar la comida para el evento. Todo bajo control... o eso creíamos.
El 8 de julio llegó con un regalo inesperado: el huracán Beryl, que decidió pasar por Houston como quien no quiere la cosa, dejando nuestro patio trasero en un estado lamentable. Con vientos de más de 100 km/h, nos vimos atrapados en una pesadilla de reparaciones, seguros y albañiles. Para colmo, ese mismo día nos llegó la noticia de que un familiar cercano estaba en cirugía de emergencia por un trombo en la pierna, y otro ingresado con COVID. ¿Qué más podía pasar? ¡Espera, que hay más!
Las Peripecias No Terminan: Una Pierna Escayolada y Lluvias Eternas
Cuando finalmente los albañiles terminaron, la madre naturaleza decidió regalarnos 10 días de lluvia ininterrumpida. ¿Limpiar, pintar y reparar antes del viaje? Misión imposible. Aun así, me prometí mantener la calma. Mis familiares estaban fuera de peligro, y habíamos sobrevivido a un huracán. ¡Podía con esto! Claro, hasta que llegó la gota que colmó el vaso.
Cuando porfin pudimos limpiar y pintar, en el momento que mas rededamos estabamos en la tarea, la señora que iba a preparar la comida del evento me envió un mensaje con la foto de una pierna escayolada hasta la ingle: "Me he roto la pierna, no os puedo preparar la comunión". ¡Socorro! Con solo 15 días para la comunión y los invitados ya confirmados, empezamos a buscar desesperadamente otro restaurante. ¡Y lo encontramos! El mismo día que llamamos, estaban enterrando al fundador, pero, milagrosamente, aceptaron organizar el evento, aunque el responsable se iba de vacaciones. Bueno, al menos teníamos un plan... o eso parecía.
Un Vuelo Inolvidable y un Traje Olvidado
El día del vuelo a España llegó, y con él, más problemas. Nuestro avión tuvo fallas y nos quedamos una noche en Nueva York. "Bueno, al menos podremos pasear por la Gran Manzana", pensé. ¡Error! Nos despertamos con lluvia y frío. Así que ahí estaba yo, viendo la lluvia desde una ventana de hotel, lejos de Houston y aún más lejos de España.
Dos días después, ¡al fin en España! Recogimos a mi hermano para pasar un par de días en la playa. Todo iba bien hasta que, justo cuando estábamos a punto de despedirnos y conducir cuatro horas hasta nuestro próximo destino, recibimos una llamada del hotel: ¡Nos habíamos dejado el traje de comunión! ¿Otra vez de vuelta? ¡Venga ya!
El Gran Día: Una Montaña Rusa de Contratiempos
Después de días de locura y ajetreo, llegamos a Hinojal. Cuatro días antes del evento, le probamos el traje de comunión en mi hijo... ¡y le quedaba grande! ¿Es en serio? Con solo unos días para la gran celebración, nos lanzamos a la caza de un nuevo traje. Y cuando parecía que todo estaba finalmente en su lugar, el día antes de la comunión, ¡el párroco se puso enfermo! ¡Más sorpresas! Otro sacerdote tuvo que encargarse de la misa.
El gran día finalmente llegó, y contra todo pronóstico, fue perfecto. Familia, amigos, y lo más importante, mi hijo estaba feliz. Pero claro, no podía terminar sin un toque de comedia: uno de los invitados sufrió diarrea y tuvo un 'accidente', y uno de los niños terminó vomitando. Afortunadamente, no tuve que entrar en el baño de caballeros!
Lección Aprendida: La Paciencia es una Virtud (Que Estoy Aprendiendo)
¿Moraleja? A veces, la vida te da lecciones de paciencia de las formas más inesperadas. A pesar de todos los contratiempos, mi hijo me regaló las palabras más dulces: "Mamá, me lo he pasado muy bien en la comunión". Y al final, eso es lo único que importa. Aunque, espero que la próxima gran celebración venga con menos sorpresas y, por favor, ¡sin diarreas ni vómitos!
Fin de la historia... o eso espero.