La depresión es una de las enfermedades mentales más comunes en el mundo, pero ¿qué pasaría si te dijera que no solo afecta la mente, sino también al sistema inmunológico? Investigaciones recientes han demostrado que la depresión está relacionada con una respuesta inflamatoria crónica y un aumento del estrés oxidativo y nitrosativo en el cuerpo.
¿De dónde viene esta inflamación?
Factores ambientales como el estrés psicosocial, una dieta poco saludable, el sedentarismo, la obesidad, el tabaquismo, la alteración de la permeabilidad intestinal, los trastornos del sueño y la deficiencia de vitamina D pueden desencadenar procesos inflamatorios en el organismo. La inflamación, a su vez, puede contribuir al desarrollo y progresión de la depresión.
Un hallazgo interesante es que los niveles elevados de citocinas proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y la interleucina-6 (IL-6) pueden inducir síntomas depresivos. De hecho, en estudios donde se administraron endotoxinas para estimular la producción de citocinas en personas sanas, se observaron síntomas depresivos similares a los que experimentan pacientes con depresión clínica.
¿Cómo podemos contrarrestar la inflamación?
La conexión entre la inflamación y la depresión abre nuevas oportunidades para enfoques terapéuticos basados en la reducción de la inflamación. Comprender esta relación nos permite ver la salud mental desde una perspectiva más amplia, integrando el bienestar físico con el emocional.
Dado que muchos de los factores que desencadenan la inflamación son modificables, adoptar hábitos saludables puede ser clave para prevenir y tratar la depresión. Algunos cambios se describen en el video adjunto.
Referencia:
Berk et al. (2013). So depression is an inflammatory disease, but where does the inflammation come from? BMC Medicine, 11:200. Disponible en: http://www.biomedcentral.com/1741-7015/11/200